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Informal ejercicio de demoscopia en dos colegios electorales de
Plaka, un céntrico barrio de Atenas; una docena de votantes consultados,
y una tendencia muy clara: se acabó el bipartidismo en Grecia. Segunda
conclusión: la mayoría de los electores (9 de los 12 consultados) han
votado contra el memorándum suscrito con la troika, es decir, contra
Europa. Los nombres de las opciones elegidas confirman las proyecciones
de voto que apuntaban los sondeos: Syriza (Coalición de Izquierda
Radical); el filonazi Aurora Dorada (dos de los votantes consultados);
Griegos Independientes, un nuevo partido de derecha nacionalista…
En las primeras elecciones generales
que se celebran en Grecia desde que empezó las crisis, en 2010, la
dispersión del voto es la tónica dominante en el arranque de la jornada.
Cuesta encontrar un votante del socialista Pasok o la conservadora
Nueva Democracia (ND) en los dos colegios del centro de Atenas visitados
por EL PAÍS. Las opciones del filonazi Aurora Dorada, el nacionalista
Griegos Independientes, la coalición de izquierda radical Syriza y
partidos aún más pequeños, aparecen en primer lugar entre las
preferencias de voto. Un voto muy fragmentado y con dos características:
el castigo a los partidos mayoritarios y el rechazo a Europa.
Votantes en ocasiones anteriores de socialistas y conservadores se
han decantado esta vez por los extremos, como Nikos, funcionario del
Ministerio de Economía y socialista desencantado. “He votado más a la
derecha para frenar a Europea y sobre todo a Merkel. Ya está bien de
decir que somos unos ladrones, hay que pararles los pies”. En un aparte,
Nikos confiesa haber votado a Griegos Independientes, una nueva
formación de derecha nacionalista liderada por un exdiputado de ND.
Yorgos abandona el colegio de Ypitu, en el barrio de Plaka, y
responde tajante: “No te voy a decir a quién he votado, solo que lo he
hecho contra el memorándum, y España debería hacer lo mismo”. Panayotis
Papayoryu, parado de 27 años, ha elegido Syriza, “porque si hay una
posibilidad de que gobierne la izquierda hay que intentarlo, a ver qué
pasa con Europa”. Solo Kostas Glikeos, un jubilado del barrio, se
mantiene fiel a la costumbre: “He votado al Pasok como siempre, es lo
menos malo de lo peor. El único que pueden anclarnos a Europa”.
Hay sitio también para partidos aún más pequeños, con pocas
posibilidades de entrar en el Parlamento al no superar, previsiblemente,
el 3% de los votos: “Gente nueva, sin relación con la política,
ciudadanos que quieren cambiar las cosas”, explica María, que ha optado
por Dimuryía Xaná (Creación de Nuevo), uno de los muchos grupos -en
total concurren a las urnas 32 formaciones- nacidos del hartazgo de la
crisis y la reacción contra la esclerosis del sistema, contra la casta
de los políticos y contra los mandarines de Bruselas. Eliana, en el
colegio de la calle Ypitu, confiesa haber votado también “a uno de los
pequeños, de los que no aparecen en los medios de comunicación; todos
los demás son más de lo mismo”. ¿Por qué? “Nos quieren vender al mejor
postor; no somos un país, somos un saldo, y esto no sucede solo en
Grecia”.
La fragmentación del nuevo Parlamento puede, pues, superar todas las previsiones. Tanto, que el diario To Vima
(centro-izquierda), poco sospechoso de amarillismo, titulaba ayer su
portada: “Urnas bomba”. Y subtitulaba: “Fin de época para el
bipartidismo. Incertidumbre sobre la formación del nuevo Gobierno,
inquietud por la inestabilidad política”. Si el escrutinio confirma
estas tendencias, la formación de un nuevo Ejecutivo se revelará misión
casi imposible, un thriller, palabra que entusiasma a los medios de comunicación griegos y que hoy despliega todos los matices de su significado.
En una jornada canicular que se desarrolló en calma, estaban llamados
a las urnas un total de 9,8 millones de electores; algo más de 110.000
por primera vez. La prohibición de sondeos durante las dos semanas
previas a la jornada de votación ha podido hacer aflorar mucho voto
secreto, el de los indecisos. La abstención puede oscilar entre el 20%
de los pronósticos más optimistas y el 30%. A mediodía, Vera, conserje
de uno de los colegios, valoraba la afluencia de electores: “No habrán
venido más de 85 o 90 personas”. Y eso que los centros de votación son
madrugadores: abrieron sus puertas a las siete de la mañana.
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